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Pochi Marambio: «El reggae tiene sabiduría popular y sensualidad»

“La música es mi reconciliación con mi país. En mis canciones hay sierra, selva, afro. Hay globalización. Tengo eso en mí y ahora con confianza. Cuando fui niño era algo que tenía que ocultarse, porque me fastidiaban. ¡Ahora ya no me importa lo que digan!”, afirma.

Compone dormido y una canción lo despierta. Dedica la mañana para crear, antes de salir de casa y ver cómo está el mundo. Así han nacido banderas del reggae peruano como “Mi marimba”, “Hierba mala” y el hit radial “Llaman a la puerta”. Su creador es Alejandro Guillermo Marambio Altamirano, quien sobre los escenarios se convierte en Pochi Marambio , tras dejar la timidez y detrás de unos lentes de colores.

La Unesco declaró ayer a este género de raíz jamaiquina como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. “Su aportación a la reflexión sobre cuestiones como la injusticia, la resistencia, el amor y la condición humana pone de relieve la fuerza intelectual, sociopolítica, espiritual y sensual de este elemento del patrimonio cultural”, señala el pronunciamiento.

Nos citó en el parque Domodossola, entre árboles, palmeras, cantos de aves y ante una vista privilegiada del mar limeño. De andar pausado y cauteloso, con el cabello cano derramado en su rostro, nos saluda sobriamente, pero también cual niño inocente. “Tú eres un predestinado”, eran las palabras de su padre al entonces músico adolescente, hoy una institución del reggae nacional.

¿Cómo llega la música?
Mi padre era músico. En mi casa sonaba mucha música americana, como el jazz, góspel, espiritual. Son medio misteriosas, te cautivan, como un péndulo.

¿Y de qué forma conectaste con el reggae?
Desde niño me gustó la música del Caribe, como el calipso, el soca. Me gusta mucho la cadencia. Y también es naif. Luego en la radio sonaban artistas como Paul Simon y The Rolling Stones, que por ahí tenían alguna canción con esos acentos. Y alguien me dijo que ese ritmo era reggae. Yo tendría 17 años.

¿Ya tenías claro que lo tuyo era la música?
Ya era músico. En cuarto de primaria, el colegio compró instrumentos. Yo había escogido un napoleón que no podía ni cargar, pero el profesor me dijo: tú eres músico, tienes que tocar un instrumento más difícil y me dio el clarinete. Además, mi papá me llevaba a verlo tocar. Yo era feliz escuchándolo y sentía que también podía. Y me quedé becado durante toda mi etapa de colegio.

¿Tu primer encuentro con el reggae fue amor a primera vista o te costó procesarlo?
Ya tenía una pasión por el ritmo y por la armonía sencilla. Tres acordes y listo. Es una música bien comunitaria, se siente algo tribal. Yo vivía en Cusco, por el año 73, y los mochileros tenían a Bob Marley en casetes. Y estaba de moda “I shot the sheriff”, interpretada por Eric Clapton, cuyo autor es Marley. Con todo eso fui aprendiendo y sentí la sabiduría popular. Un turista japonés me regaló un libro sobre las canciones de Bob Marley y ahí fui feliz, viendo cómo hablaba de cosas tan sencillas que te alientan y dan consuelo. Cuando dice: “Olvida tus problemas y baila, olvida tu enfermedad, tus temores”.

¿El reggae te ha salvado?
Me ha liberado. Yo ya componía en blues y rock and roll, con el reggae me desaté y no me parecía tonto hablar de política, ecología, espiritualidad, solidaridad. Me hizo confiar más en mis gustos, porque muchas veces me sentía un poco raro. Y sentí el reggae de Marley, Burning Spear y Steel Pulse, que hablaban con confianza, ritmo y sensualidad de temas sociales, no solo de pareja. Esa sensualidad me encanta, hasta en temas tristes. Y, por otro lado, está la sabiduría popular.

¿Qué te ha dado el reggae?
Esto que voy por la calle y la gente me dice: “Oye, qué lindo, gracias, tu canción equis me cambió la vida, me hizo reflexionar”. Eso es más valioso que cualquier ganancia económica o reconocimiento.

¿Y el Perú cómo influye en tu música?
La música es mi reconciliación con mi país. En mis canciones hay sierra, selva, afro. A la vez, hay globalización. Tengo influencias gitanas, judías, afroamericanas. Tengo eso en mí y ahora con confianza. Cuando fui niño era algo que tenía que ocultarse, porque me fastidiaban. ¡Ahora ya no me importa lo que digan! Me gusta la cultura hebrea, ¿y? Estoy con la unión civil, ¿y?

Pochi hará reggaetón, ¿y? 
Claro. Porque es una música nacida del pueblo, que narra las vivencias del barrio, expresa sus necesidades. Aunque luego es pervertida por la industria de ropa y cosméticos. Pero no me molesta el reggaetón.

Tierra Sur tiene 30 años. ¿Cómo se dura tanto?
Quizá no debería decirlo, pero creo que es gracias al repertorio. Cuando un repertorio es sólido, como la columna de una casa, otra generación lo coge. Mis canciones las escuchan en todas las edades.

El grupo nace en 1988, una época difícil para hacer música. ¿Por qué emprendes la aventura?
Me animó Abelardo Oquendo, guitarrista de Guarango, mi grupo anterior con Chaqueta Piaggio. Me puse a tocar mis canciones en Canta Rana. Se me ocurrió escribir mis letras en un papelito y lo ponía en las mesas, así prestaban más atención a la música. Era un bar chico, pero la gente circulaba mucho. Entonces, me iba a mi casa con la plata de 90 personas. Supongamos que cobraba 10 soles, me iba casi con mil soles en una noche. Yo estaba feliz. Y Abelardo me dijo: “Casi todo tu repertorio es reggae, porque no hacemos una banda de reggae”. Y le pusimos nombre. Yo quería que se llame Tercer Mundo y él dijo Tierra Sur. Era enero del 88.

En una entrevista señalaste que Raquel, tu hija, canta y pinta mejor que tú y que tus demás hijos tocan mejor que tú. ¿Dónde está el talento de Pochi Marambio?
Me he dedicado más tiempo a la composición. Me levanto y me dedico a componer. Nunca he pretendido ser un buen cantante ni un buen guitarrista.

¿Qué es el talento?
Es esa semejanza con el creador, con la naturaleza, esa intuición de darse cuenta de qué proceso tiene la vida. Y se hereda.

AUTOFICHA

– “Soy Alejandro Guillermo Marambio Altamirano. Nací en Lima, el 9 de enero de 1953. He vivido en Chile y cuando volví me cayó mal la ciudad, sus habitantes. Me parecían gente burlona, me hacían bullying, estuve medio tartamudo y tuve que trabajarlo. Al final, pude integrarme. Esa es mi gran hazaña”.

– “Estudié en Bellas Artes, pero no acabé. Me volví autodidacta, porque ya no congeniaba con las instituciones. Una dictadura militar manejaba lo cultural con Martha Hildebrandt y todo era terrible. Hubo una toma en la escuela y dibujé a esa persona. Entonces, caí en una lista negra”. 

– “Estoy preparando obras musicales. Ahora que ya estoy en la tercera edad, parece que sí me van a aceptar poner en escena obras musicales. Estoy en eso. Desde hace 20 años compongo, pero no había puertas abiertas. En cuanto al libro, me gustaría publicar un pequeño texto con mis composiciones”.

Entevista realizada : Mijail Palacios para peru21.pe / Foto:
(Fernando Sangama)

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